La pandemia jaquea al liberalismo
Esa es la visión de Julio Aguirre, director de la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la UNCUYO. El rol de los Estados y de sus dirigentes.
Las respuestas de los Estados y el comportamiento de sus líderes fueron algunos de los aspectos que analizó Aguirre. Foto: Ariella Pientro
La pandemia del Covid-19 jaquea al liberalismo a través de las posibles regulaciones futuras a libertades y garantías individuales. En cambio, el capitalismo no está en riesgo: solo mutará y se acomodará al nuevo escenario mundial.
Esa es la visión que compartió con Unidiversidad el director de la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la UNCUYO, Julio Leónidas Aguirre, que analizó la situación mundial generada a partir de la pandemia, las respuestas de los Estados y sus dirigentes, incluido el presidente Alberto Fernández. No se quedó ahí, sino que intentó visualizar los escenarios futuros y los nuevos modelos de organización.
El profesor titular de la cátedra de Teoría Política subrayó que, si bien la humanidad enfrentó en reiteradas oportunidades situaciones similares, hoy la característica distintiva es que los medios tecnológicos permiten seguir en tiempo real lo que sucede en el mundo.
Aguirre también compartió su visión sobre cómo afectará a la humanidad esta pandemia, si sacará lo mejor o lo peor. Dijo que la naturaleza humana es compleja, que somos cooperación y egoísmo, y recalcó que para despertar una u otra conducta será central la actuación de las instituciones públicas.
Aquí, parte de la charla con el profesor de la UNCUYO, que invita a reflexionar sobre la vida durante y después del Covid.
La OMS catalogó como pandemia al coronavirus
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró este miércoles al coronavirus como una pandemia, informó el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una conferencia de prensa dada en la ciudad suiza de Ginebra.
El carácter cíclico de la historia
¿Cree que este es un escenario político-histórico que no se parece a ningún otro?
Esto tiene mucho que ver con el punto de vista del observador. Estamos frente a una pandemia y una de las particularidades es que la presenciamos y vivenciamos en tiempo real gracias a la tecnología del siglo XXI. No obstante, las respuestas que hemos dado son propias del siglo XIX, básicamente aislémonos, separémonos. En este sentido, como suele pasar con cualquiera de estos fenómenos, vemos cómo la historia tiene cierto carácter cíclico, las cosas parecen pasar como en el pasado, pero en un contexto nuevo. Por eso digo que depende del punto de vista del observador: yo puedo elegir centrarme en cómo una vez más la humanidad vuelve a un escenario pandémico, que lleva a conflictos sociales muy particulares, a la necesidad de coordinación central por parte de las autoridades públicas, que en los últimos 200 o 300 años ha implicado el fortalecimiento de los Estados por sobre otra forma de coordinación social; o podría tratar de diferenciar las particularidades de esta, como la tecnología que nos permite verla en tiempo real, porque nunca los ciudadanos tomaron una noción tan palpable de lo que es una pandemia y cómo se reproduce en todo el mundo. A la vez, es imposible no pensar en un escenario tan interconectado como en el siglo actual, en el marco de globalización y esa también es una particularidad. Entonces, ¿es un escenario único? Eso depende del punto de vista del observador.
Algunos profesionales plantearon que este escenario es único en el sentido de que ni los países más desarrollados ni los menos desarrollados saben cómo curar la enfermedad ni cuáles son las medidas acertadas para proteger a la población.
Esto es algo que siempre fue así, todas estas enfermedades presentan una incertidumbre desde el punto de vista sanitario. Hasta que no pase un tiempo prudencial, no vamos a tener ningún tipo de cura; por eso, una nueva enfermedad siempre implica mucha incertidumbre. Luego, desde el punto de vista de la salud pública o de las respuestas políticas, también hay mucha incertidumbre, que ha llevado a que los países den distintas respuestas, aunque se ha dado una convergencia básicamente en el aislamiento. En este sentido, podríamos decir que hubo tres grandes modelos de respuestas: un modelo que privilegió al Estado, como China; uno que privilegió al mercado, como Estados Unidos, y uno que privilegió a la sociedad, como Alemania. En el caso latinoamericano, creo que Brasil y México siguieron el modelo de privilegio del mercado; esto seguramente tiene que ver con que son economías tan informalizadas que un intento de aislamiento absoluto, forzado por las fuerzas de seguridad, hubiese generado un caos económico más grande que en otros países de la región. Otros países, como Argentina, siguieron un modelo más parecido al europeo, privilegiando la salud pública y la sociedad, pero con algunos dejos de un modelo más estatista por el fuerte énfasis que ha tenido en el carácter punitivo de la pandemia. En este sentido, aunque a los medios les guste mostrar las cifras de las personas imputadas por violar la cuarentena, sabemos que la capacidad efectiva de los estados latinoamericanos de una regulación como la china no es posible.
La comunicación como clave
¿Cuál es su análisis sobre la actuación de los dirigentes políticos?
Más allá de las respuestas que han dado, ha sido clave el manejo de la comunicación. Hay dirigentes que fueron muy eficientes en presentarse frente a la sociedad como altamente razonables, trabajando con expertos y científicos, que salieron a vender muy bien la recuperación del Estado, la conducción de la crisis. Otros, estableciendo políticas públicas muy parecidas, no lograron venderlo a la sociedad, y uso la palabra ""vender" porque tiene mucho que ver con marketing político y con estrategias de comunicación. En ese sentido, creo que en contextos de crisis, y en no menor medida de pánico social, los líderes que se muestran más fuertes en sus decisiones y que son parte de trayectorias políticas, de organizaciones políticas, que suelen presentarse como muy verticalistas y coordinadas, salieron fortalecidos, y otros líderes, que son "más blandos" en su perfil, más dialoguistas, posiblemente hayan salido menos favorecidos.
¿Cuál es su opiniòn sobre la actuación del presidente Alberto Fernández?
Creo que una de las mejores cosas que hizo es la comunicación, porque logró mostrarse como un líder con templanza, con decisión, pero a la vez, una persona que escucha a los expertos. Pensemos que una gestión menos eficiente de la comunicación hubiera llevado a que –por ejemplo– todo el mundo se focalizara en que unos días antes de que decretaran la cuarentena, el ministro de Salud (Ginés González García) dijo que le preocupaba más el dengue que el coronavirus; entendemos que el dengue es grave, pero en esas declaraciones desestimó la importancia de esto. Entonces, ¿cómo pudieron recuperarse de esa situación? Con una buena gestión comunicacional y con algunas acciones concretas, efectivas y materiales implementadas por el Presidente. Hubo varios errores, pero el gobierno fue bueno en comunicar sus aciertos y creo que de algún modo el perfil que venía construyendo el Presidente, me refiero al perfil público que construyen todos los líderes políticos, de un hombre moderado, que escucha, que está alejado de respuestas extremas o muy pasionales, este perfil del equilibrista fue muy importante para transitar esta situación de crisis. Y no es casual, porque es un perfil que ha ido construyendo desde que es candidato, precisamente porque Argentina –con o sin coronavirus– estaba en una situación de crisis. Entonces él ha ido alimentando un perfil de un dirigente razonable y dialoguista que ha generado mucha calma en la gente, no sólo en los partidarios del gobierno.
Capitalismo: muerte a lo Kill Bill o renacimiento
Algunos medios publicaron el contrapunto entre el filósofo esloveno Slavoj Zizek, que definió a la pandemia como "un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista" y su par surcoreano, Byung-Chul Han, que le contestó que, tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza. ¿Cuál es su opinión?
Desde que el capitalismo existe, hay pensadores que decretan su muerte, y han fracasado. Y creo que hoy es exactamente lo mismo, es una proyección de deseo y no un análisis subjetivo de la realidad. No creo que el capitalismo vaya a ningún lado, creo que lo que va a pasar, si la crisis del coronavirus se sigue profundizando, si empezamos a tener cierta ciclicidad en enfrentar situaciones similares, es que va a mutar. El capitalismo ha ido mutando y acomodándose a distintos escenarios, y con estas mutaciones también han ido mutando los modelos de Estado. Una cosa era el capitalismo del siglo XIX y el Estado del siglo XIX, otra fue el capitalismo de posguerra, al menos en Occidente con el Estado de bienestar, otra es el capitalismo neoliberal con su Estado correspondiente. Seguramente, lo que veremos ahora es una nueva mutación de las relaciones de producción capitalista y la configuración de nuevas instituciones públicas y privadas que acompañen ese orden social. Desde ese punto de vista, creo que se están presentando dos grandes escenarios del capitalismo que vendrá: uno que es sin lugar a dudas el escenario chino, un capitalismo autoritario, regulado fuertemente por instituciones públicas, un Estado capitalista, pero que fundamentalmente regula y sostiene las relaciones de producción capitalista con un Estado autoritario. El otro modelo, más corporativo, más parecido a los países de Europa central, un modelo de gobernanza donde las grandes empresas coordinan con los poderes públicos, pero empiezan a tener cada vez más peso en las decisiones públicas. Entonces, creo que lo que está en riesgo no es el capitalismo sino el liberalismo, es decir, lo que posiblemente estemos observando es el ocaso del liberalismo, no del capitalismo. Son dos cosas distintas y es muy importante diferenciarlas.
¿Me puede explicar esas diferencias?
Capitalismo es un modo de organizar la producción, la economía, el modo en el cual las sociedades producen y acceden a bienes y servicios. Está centrado en la propiedad privada de los medios de producción y la motivación fundamental para todas las actividades económicas está en la búsqueda del lucro, el gran motivador es la acumulación de esa renta. El liberalismo, en cambio, es una filosofía política que nace en la modernidad y tiene como elemento fundamental de la sociedad a los individuos y sus libertades, esto es, los derechos humanos, políticos, sociales. Y la pauta que conecta al liberalismo con el capitalismo es que, para una parte importante de los liberales, uno de los derechos fundamentales de los individuos es a la propiedad. No obstante, el liberalismo va mucho más allá, identifica derechos como a la intimidad, a la libertad de expresión, de culto, de tránsito, de ideas, que son los que considero que en un estado de emergencia permanente están en riesgo. El liberalismo, no en menor medida, sobrevivió durante el siglo XX por la enorme dificultad que existía de llevar adelante un control real y efectivo de la conducta humana. Hoy, con las nuevas tecnologías, esa capacidad de control es bastante más potente, hay formas de regular –por ejemplo, la libertad de pensamiento, de expresión, de movimiento–, que hoy son más eficientes que 50 años atrás. La capacidad que les da el manejo de las tecnologías de la información a los Estado o empresas, de conocer lo que estamos hablando, pensando, no existía en el pasado, ni tampoco la capacidad de procesar esa información. Por consiguiente, creo que el capitalismo no va a morir, va a mutar y lo que va a morir es el liberalismo. Lo que está en riesgo es la expresión política de las sociedades occidentales modernas, no la expresión económica de esas sociedades.
De naturaleza compleja
Con la última pregunta, vuelvo a los planteos que hicieron filósofos de todo el mundo. Unos aseguran que la pandemia sacará lo mejor del ser humano; otros, que sacará lo peor y, otros, que reforzará lo que somos. ¿Cuál es su opinión?
En realidad, la naturaleza humana hibrida en ambas características. Desde que tenemos evidencia de la conducta humana, podemos establecer que cooperaban constantemente en empresas colectivas. A su vez, también los sentimientos individualistas, el egoísmo, son un impulso fuertemente natural en el ser humano. Por consiguiente, somos complejos, somos egoísmo y cooperación, no somos una cosa que se impone sobre la otra, sino que lo que podemos llegar a ver en distintos momentos de la historia es que las instituciones públicas buscan despertar uno u otro tipo de conducta. Esto es, podemos crear formas de organización social más basadas en la cooperación o formas de organización social más basadas en el egoísmo. En los últimos 200 años, hemos visto instituciones públicas fundamentalmente construidas sobre el paradigma del ser humano como un ser egoísta. Hay una frase muy famosa de Kant (Immanuel, filósofo alemán) que dice que una república tiene que funcionar incluso en un pueblo de demonios, es decir, las leyes tiene que ser tales que regulen la conducta de una manera tan eficiente que, previendo la conducta más egoísta posible, el resultado colectivo sea óptimo. Todo el sistema capitalista de mercado, la idea de los mercados como institución coordinadora de la acción social, se basa en que cuando orientás el egoísmo de las personas hacia un propósito socialmente útil, lográs altos niveles de eficiencia social. Vendrá más solidaridad o individualismo, eso dependerá en gran medida de cómo los países transiten los poderes de emergencia, donde los líderes están siendo dotados de poderes extraordinarios, donde los congresos no están sesionando, donde las oposiciones no están opinando. Cómo cada país procese este período extenso de excepcionalidad va a darnos los primeros indicios de hacia dónde vamos a ir en materia de sociedad. Vamos a ir hacia sociedades más autoritarias, hacia instituciones más montadas sobre el miedo y el egoísmo, o vamos a ir hacia sociedades e instituciones más montadas sobre la cooperación y la solidaridad. Todavía falta ver –si no, haríamos futurología– caso por caso cómo los líderes políticos, y en general la sociedad, están aceptando y procesando los poderes de emergencia. Es decir, estamos aplaudiendo a líderes cada vez más poderosos, que toman cada vez menos en consideración la pluralidad de voces, o más bien estamos regulando en contexto de emergencia lo que nuestros líderes hacen, y estamos exigiendo mayor participación y pluralidad de voces. Esta va a ser la clave.
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