La técnica que ganó el Nobel de Química y se aplica en la UNCUYO
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07 DE NOVIEMBRE DE 2024
Los compuestos bioactivos producidos por las plantas son muy provechosos, en especial para pacientes con enfermedades neurogenerativas.
Los flavonoides de diversas frutas son ejemplos de fitoquímicos (Foto publicada por Biosom)
María Silvina Cabeza, secretaria de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria
Publicado el 10 DE MAYO DE 2016
A lo largo de los últimos 60 años, la expectativa de vida se ha incrementado sensiblemente en todo el mundo y continúa creciendo la población de edad avanzada (mayor de 85 años). Sin embargo, todavía existe una enorme diferencia entre la expectativa de vida y los años de vida saludable. Las enfermedades crónicas degenerativas son y serán hasta el 2030 la principal causa de muerte en el mundo, siendo las enfermedades más importantes las isquémicas del corazón y las cerebrovasculares.
Los fitoquímicos son un grupo heterogéneo de compuestos bioactivos producidos por las plantas y que al ser consumidos producen efectos promotores de la salud, tanto en individuos normales como en pacientes con enfermedades crónicas y agudas. A diferencia de las vitaminas y minerales, los fitoquímicos no son necesarios para mantener la viabilidad de las células, sino que juegan un rol vital en la protección de las células nerviosas frente a la inflamación y el estrés oxidativo asociado con enfermedades cerebrales, y de los órganos, relacionadas con la edad.
Además de los efectos antioxidantes y antiinflamatorios, tienen la capacidad de estimular las enzimas detoxificantes, las respuestas inmunes y hormonales, y los efectos epigenéticos (modificaciones en la expresión de genes que no obedecen a una alteración de la secuencia del ADN y que son heredables) en humanos. Se han identificado más de 7000 fitoquímicos que poseen actividades antiproliferativas, antiinflamatorias, antioxidantes, antivirales e hipocolesterolémicas.
Las raíces, tallos, hojas, frutos y semillas de las plantas contienen fitoquímicos. El consumo de frutas, verduras y frutos secos trae efectos beneficiosos para el cuerpo humano. Ejemplos de fitoquímicos son los flavonoides de diversas frutas, catequinas del té verde, el resveratrol en el vino tinto, el ginkgo biloba, isoflavonas de la soja y los compuestos de azufre en el ajo. Las plantas producen estos fitoquímicos y los almacenan en regiones vulnerables (la piel, semillas y hojas) con el fin de disuadir a los insectos y otros organismos de comer y matar la planta. Además, los fitoquímicos también funcionan en la defensa química contra el estrés ambiental y contribuyen con el proceso de reparación/curación de heridas en la planta.
Los fitoquímicos presentes en los alimentos vegetales tienen una pobre biodisponibilidad, no sólo debido a su mala absorción en el tracto digestivo, sino también debido a su rápida excreción. Sin embargo, pequeñas cantidades de fitoquímicos ingresan y ejercen efectos antiinflamatorios, antioxidantes y anticancerígenos a dosis bajas en el cerebro.
Los fitoquímicos son menos costosos y menos tóxicos que las drogas de síntesis, que producen muchos efectos secundarios. A diferencia de las drogas sintéticas, que se someten a extensos ensayos clínicos en animales y seres humanos antes de la aprobación de la FDA, no se necesita probar a los fitoquímicos en su eficacia y seguridad. Las plantas contienen mezclas complejas de fitoquímicos (compuestos orgánicos); los niveles en los que encuentran pueden variar sustancialmente dependiendo de muchos factores relacionados con el crecimiento de las plantas, la cosecha, la producción y las condiciones de almacenamiento.
En los últimos años, la actividad de investigación en fitoquímicos ha aumentado en todo el mundo. Se han introducido nuevos términos como "nutracéuticos y alimentos funcionales", que incluyen una amplia gama de productos disponibles en el mercado como parte de la dieta. Los nutracéuticos proporcionan beneficios médicos o de salud y promueven la prevención y el tratamiento de la enfermedad. No tienen definición normativa, sino que se pueden definir ampliamente para incluir los alimentos funcionales, suplementos dietéticos y alimentos médicos.
Estudios recientes se han centrado en la estructura de la identidad y la química de fitoquímicos, que produce efectos beneficiosos en el Alzheimer, más que en fitoquímicos presentes en la mezcla en bruto. Se ha informado de fitoquímicos, polifenoles, flavonoides, ginsenósidos que llegan al cerebro en cantidades suficientes y modulan los sistemas de aprendizaje y de memoria, no sólo por su actividad farmacológica en los receptores sino también por la modulación de lípidos y de proteínas quinasas y factores de transcripción. En los últimos años se ha estudiado intensamente a los fitoquímicos para dilucidar los mecanismos por los que median en la protección contra enfermedades neurológicas. El resveratrol (de las uvas rojas y ciertos tipos de frutos secos), epicatequinas (de té verde y chocolate negro), el ginkgo (de hojas de la planta gingko), ginseng (de la raíz de las especies de Panax), y compuestos orgánicos de azufre (de bulbo de ajo) son claros ejemplos de fitoquímicos, que producen efectos neuroprotectores en trastornos neurológicos.
El resveratrol (3,5,4'-trihidroxi-trans-estilbeno) es un importante polifenol no flavonoide, que no sólo está presente en la piel de las uvas rojas y en el vino, sino también en los arándanos azules o rojos, moras y maníes. El resveratrol es atractivo desde el punto de vista científico por sus potenciales beneficios en la salud relacionados con sus propiedades cardiovasculares (paradoja francesa), quimiopreventivas, antiobesidad y neuroprotectoras. Sus propiedades antioxidantes también han sido probadas, con un amplio rango de efectos biológicos y farmacológicos: anticáncer, anticoagulante, antiinflamatorio, antienvejecimiento, hipoglucémico e hipolipidémico.
El té verde contiene polifenoles (catequinas), alcaloides (cafeína, teobromina y teofilina), flavonoles (quercetina, kaempferol y rutina), aminoácidos, carbohidratos, proteínas, clorofila, compuestos orgánicos volátiles que contribuyen a los flavonoides del té, flúor, aluminio, minerales y elementos traza. Además contiene ácido gálico, ácido clorogénico y ácido cafeico. Contribuye a la dieta aportando actividades antioxidantes, antiinflamatorias, estabilizadoras de membrana mitocondrial y propiedades neuroprotectoras. Varios estudios demuestran que podría contribuir a la prevención del desarrollo o progresión del Alzheimer. Se ha asociado a las antocianinas de los arándanos con la reducción de la severidad y del desarrollo de desórdenes vasculares tales como aterosclerosis, accidente cerebrovascular isquémico y enfermedades neurodegenerativas.
El ajo tiene una composición compleja. El bulbo es rico en compuestos organosulfurados y también contiene carbohidratos, proteínas, vitaminas A, C y E y selenio –elemento importante para la síntesis de una enzima antioxidante–. Tiene efecto anticarcinogénico, antiaterosclerótico, antitrombótico, antimicrobiano, antiinflamatorio y antioxidante. Los efectos cerebro-protectores podrían estar mediados a través de la generación de ácido sulfhídrico, una molécula gaseosa que ayuda en la función vascular y retarda la progresión de enfermedades del corazón a través de la relajación del músculo liso vascular e induce la vasodilatación de los vasos sanguíneos. También tiene efectos protectores frente al daño celular inhibiendo la inflamación, promoviendo el crecimiento celular y preservando la función mitocondrial, protege a las neuronas del estrés oxidativo y disminuye los niveles de colesterol.
El estrés oxidativo y la neuroinflamación están estrechamente relacionados con la patogénesis del Alzheimer. Cada vez es más evidente que el uso de fitoquímicos produce efectos beneficiosos. Estos fitoquímicos contienen grupos químicos, que no sólo tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, sino que también promueven la regulación hacia abajo de las funciones celulares inmunes innatas. Se ha propuesto que tienen capacidad para retrasar el inicio y/o retardar la progresión del Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos relacionados. Por lo tanto, tienen el potencial de prevenir la progresión del Alzheimer y promover el rendimiento cognitivo.
En un estudio de pacientes con Alzheimer, se asoció la menor incidencia de esta enfermedad y un ritmo más lento del deterioro cognitivo con la ingesta de vitamina E (alfatocoferol y gamma-tocoferoles), lo que sugiere que las diversas formas de tocoferol, en lugar de alfatocoferol por sí solo, pueden ser importantes en la protección de la vitamina E en relación con la enfermedad de Alzheimer. También se han comprobado los efectos protectores que tiene el omega-3 sobre el nivel cognoscitivo de los adultos mayores, en especial de los que padecen de Alzheimer, demostrándose que estos ácidos grasos desempeñan diferentes papeles en la función cerebral. Se ha evidenciado que el contenido de docosahexaenoico (DHA, uno de estos ácidos grasos) en el tejido cerebral está disminuido en los pacientes que sufren alguna alteración neuronal, como en el caso de la enfermedad de Alzheimer, depresión, esquizofrenia, hiperreactividad, esclerosis múltiple, isquemia y desórdenes peroxisómicos, alteraciones que mejoran tras la administración de DHA. Existe una relación entre la ingesta alimentaria de grasas y el desarrollo de Alzheimer, corroborada por estudios experimentales, que han demostrado que una ingesta elevada de colesterol y grasa saturada incrementa el riesgo de sufrir esta enfermedad, mientras que el consumo de aceite de pescado lo reduce (Morris et al., 2003).
Se han identificado patrones dietarios muy protectores frente al desarrollo del Alzheimer. Los resultados indican que el alto consumo de ciertos alimentos (aderezo para ensaladas, frutos secos, pescado, aves de corral, tomates, verduras crucíferas, frutas, vegetales de hoja verde u oscura) y menor de otros (lácteos ricos en grasa, carne roja, vísceras y manteca) podría asociarse con un descenso en riesgo del desarrollo de Alzheimer debido a un perfil de nutrientes más favorable; por ejemplo, baja ingesta de grasas saturadas y alta ingesta de ácidos grasos poliinsaturados, vitamina E y folatos.
Las principales asociaciones científicas, como la OMS, han indicado los hábitos dietarios óptimos en términos de prevención de enfermedades degenerativas crónicas, que incluyen las siguientes recomendaciones:
En conclusión, existe a la fecha abundante literatura que muestra que un hábito dietario saludable es una de las medidas preventivas más fuertes tanto para la población en general como para los pacientes que han manifestado estas enfermedades. La dieta es capaz de disminuir el riesgo de mortalidad y reducir la incidencia de algunas de las más importantes etapas de estas enfermedades, y también de determinar una vida mejor y más larga, con mejor bienestar psicológico y una mayor percepción de buen estado de salud.
Para contar con las referencias bibliográficas de este artículo, por favor contactarse con la doctora María Silvina Cabeza: mscabeza@fcai.uncu.edu.ar.
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