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Los niños ¿aprenden porque juegan o juegan para aprender? Este, aparentemente inofensivo, juego de palabras nos lleva a un espacio de reflexión y debate que pone a prueba nuestro modo de entender una de las dimensiones más significativas de la infancia: el juego.
Las actividades lúdicas están vinculadas con una sensación de libertad e imaginación. Permiten resolver situaciones problemáticas, favorecen el desarrollo del pensamiento flexible, modos significativos de comunicación verbal, no verbal, tienen valor cultural, activan y estructuran relaciones humanas saludables. Entonces, ¿cuál es el punto de encuentro entre el juego y las habilidades sociales?
García y Llull (2009) definen el juego como un ámbito de aprendizaje en el que los niños adquieren modelos de comportamiento y habilidades que les servirán en el futuro para su adecuada inserción en el mundo adulto. Patricia Sarlé (2010) lo describe como un espacio de interacción en el cual los niños se involucran voluntariamente con el deseo de “jugar a”. En el juego, los niños escogen las reglas que permiten que el juego se sostenga.
Estas perspectivas nos llevan fácilmente a comprender que las habilidades sociales, en tanto que “conjunto de comportamientos interpersonales complejos que se ponen en juego en la interacción con otras personas" (Monjas, 1999:28), están incluidas como dimensiones constitutivas del hecho de jugar. Veamos:
1.º) Habilidad de iniciación de la interacción social e iniciación de las conversaciones.
Relacionada con la adquisición y desarrollo de un sistema lingüístico que favorece la interacción con el otro, el intercambio de significados y la construcción de consensos.
2.º) Habilidad para cooperar y compartir.
Relacionada con desempeños en los que el sujeto experimenta situaciones concretas de convivir y compartir con otro/s, diferentes a sí mismo. Tolerancia ante lo distinto (ideas, puntos de vista, valores).
3.º) Habilidad de expresión de las emociones y sentimientos.
Vinculada con la posibilidad de reconocer, expresar y responder ante emociones y sentimientos propios y ajenos, de un modo saludable y constructivo.
4.º) Habilidad de autoafirmación.
Se vincula con las múltiples percepciones que un sujeto tiene de sí mismo y juega un papel decisivo en la conducta. La autoestima positiva favorece la adquisición de esta habilidad.
5.º) Habilidad de resolución de problemas interpersonales.
Vinculada con la capacidad del sujeto para “pensar socialmente” mediante la interacción con otros. Implica la búsqueda de distintas formas de afrontar y solucionar problemas.
¿Qué características deben tener los juegos para que promuevan las habilidades sociales?
Autora: María Lourdes Gómez. Profesora de Educación Física. Licenciada en Creatividad Educativa. Profesora Especialista en Docencia Universitaria. Profesora Adjunta de cátedras Juego y Educación, y Juego, Objetos Lúdicos y Aprendizaje en la Facultad de Educación Elemental y Especial.
Profesora Investigadora en el proyecto: “Convivencia escolar e inclusión educativa y social. Una mirada desde los proyectos institucionales en la educación de la provincia de Mendoza. Primera Etapa”. Director: doctor Benito Parés. Codirectora: profesora especialista Verónica Martínez.
juego, educación, convivencia escolar,
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