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Opinión de Pablo Salvador
Hablar de empleo significa hablar del vínculo entre el desarrollo económico y social de un territorio –país, provincia o municipio–. Además, el empleo permite a las personas realizarse como tales y tener sentido de pertenencia a la sociedad en la que se desenvuelven. Por ello, es muy importante que el territorio esté preparado para absorber el ingreso de los nuevos trabajadores al mercado y, de este modo, evitar los dolorosos costos del desempleo que no sólo disminuyen el bienestar de la sociedad, sino también acentúan los efectos de la desigualdad.
En tal sentido, el desarrollo debe entenderse como el resultado de la influencia conjunta de factores económicos y extraeconómicos (instituciones, cultura, relaciones sociales, herencias históricas, entre otros) que además presentan un carácter localizado inherente a cada territorio (Méndez, 2008).
Es por ello que en el mundo hay una tendencia hacia una mayor descentralización de las decisiones políticas, dado que el desarrollo requiere de una correcta utilización de los recursos propios y debe orientarse a satisfacer las necesidades de la población. Esto exige un adecuado conocimiento de la realidad local (políticas y estrategias de desarrollo local desde abajo), y es aquí donde los municipios se convierten en actores principales, ya que son quienes mejor conocen su realidad.
Así, los municipios, junto con el resto de actores de la sociedad, deben involucrarse en el diseño e implementación de políticas que impulsen el desarrollo económico del territorio. Este mayor desarrollo permitirá generar más puestos de trabajo, tanto privados como públicos. En este sentido, el empleo público no tiene por qué tener una connotación negativa. No olvidemos que, por ejemplo, en la provincia de Mendoza 7 de cada 10 empleados públicos están abocados a las áreas de educación y salud, proporción que se eleva a 8 de cada 10 si incorporamos el área de seguridad (Ministerio de Hacienda).
Por lo tanto, el problema muchas veces no es el tamaño del empleo público sino que el empleo público puede utilizarse para esconder la falta de creación de empleos privados o muchas veces puede actuar como seguro de desempleo, incorporando gente al sector no porque sea necesaria sino para ocultar las cifras del desempleo, en cuyo caso el tamaño del empleo público sí sería un problema.
Por Pablo F. Salvador
El autor es profesor de Economía Regional y Laboral de la UNCUYO.
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