Revolución médica: crearon microrrobots que podrían ayudar en el tratamientos de tumores
Un grupo de investigadores desarrolló microrrobots con la capacidad de administrar medicamentos ...
18 DE DICIEMBRE DE 2024
Por Federico Aragona, especialista en ciberseguridad. Regional Manager MCA de F5.
Foto: Universidad de Chile
Internet borra distancias, tiende puentes y facilita la vida diaria, tanto que hoy no somos capaces de imaginar el mundo sin esta poderosa herramienta. Nos encontramos inmersos en una revolución digital: en muy corto plazo, el cambio tecnológico que se dio en los últimos años nos llevó a dejar de lado acciones que antes hacíamos de forma física, como pagar una factura o ir al banco, para realizarlas de modo digital. Por eso, tenemos que ser conscientes de esa libertad que nos da, pero también conocer los riesgos que allí se alojan.
Por hechos recientes de público conocimiento, damos cuenta de que existe lo que se conoce como la deep web, un mecanismo legal de navegación que padece problemas similares a la web tradicional, ataques y riesgos, pero lo que caracteriza a este dominio es la enorme cantidad de contenido ilegal que circula y se aloja en él. El acceso no es ocasional: si uno decide navegar ahí es porque quiere permanecer en el anonimato.
Si bien el ingreso a la deep web es abierto, se realiza a través de un protocolo, una serie de pasos que tienen por objetivo borrar por completo la identidad y sus huellas para evitar ser detectado: de dónde es, quién es, desde qué dispositivo accede. Allí, existen dos tipos de usuarios: por un lado, el curioso, el que quiere ver e investigar cómo es, qué circula, de qué se trata; por el otro, el que va a buscar algo con un propósito específico, generalmente ilícito.
Decir que existe un dispositivo o un software especial para protegerse de la deep web es un error: el que ingresa, luego de realizar todo el protocolo, lo hace de manera consciente, sabiendo los riesgos que allí puede llegar a correr. A diferencia de la internet tradicional, el usuario se expone mucho más a que el dispositivo con el que accede sea infectado o corrompido, ya que no hay ningún marco de regulación que rija. Además, por el mero acto de ingresar, es probable que se arrastren virus y malwares, que no sólo afectarán la maquina personal, sino también la de amigos, familia y todo el entorno social.
Si bien existen muchísimas herramientas, como antivirus, firewalls, etc, que pueden proteger en ámbitos tradicionales, en los navegadores ocultos, la probabilidad de que nuestra seguridad sea vulnerada es mucho más alta.
Podemos pensar en miles de usos positivos para la web, como el desarrollo de la medicina, las telecomunicaciones y las facilidades financieras, pero no debemos obviar que existen otros usos non santos, o más bien ilícitos que, como en la vida misma, no son fácilmente detectables. Nadie accede a la deep web sin darse cuenta, solo lo hacen aquellos que van en la búsqueda de algo que no pueden conseguir de otra manera, ya sea porque está regulado o simplemente está prohibido.
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