Descubrir la rosa en medio de la crisis por la pandemia
Tal como le pasó al Principito, el profesor de Filosofía de la UNCUYO Hugo Costarelli Brandi propone redescubrir el verdadero sentido de la vida humana.
El Principito, protagonista de la historia de Antoine de Saint-Exupéry
Gracias al Zorro, el Principito descubre que el verdadero sentido de su existencia es su rosa, la misma que lo confunde a tal punto con su comportamiento que decide dejar su asteroide y emprender un viaje a través del universo para separarse de ella. La rosa, o la recuperación del sentido, de lo eterno en la vida humana es lo que propone redescubrir el profesor de Filosofía de la UNCUYO Hugo Costarelli Brandi para sobrellevar el dolor que implica transitar por momentos de crisis como el actual.
Costarelli Brandi reflexiona sobre la crisis mundial desatada por la pandemia del coronavirus desde la visión de la Filosofía, esa ciencia, ese arte que se ocupa de lo eterno, de lo necesario, de lo que no cambia. Para hacerlo, traza una analogía con El Principito, la narración del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry que cuenta la historia de un pequeño príncipe que parte de su asteroide, donde vive con su rosa, a una travesía por el universo en la que descubre la extraña forma en que los adultos ven la vida, así como el valor del amor y la amistad.
El profesor, asociado a la cátedra Historia de la Filosofía Medieval de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO, dice a Unidiversidad que estos momentos de crisis también son propicios para poner en evidencia los pseudosentidos de la vida humana, para que se caigan esas máscaras que parecen verdaderas, pero no lo son. Y otra vez, utiliza el texto de Saint Exupéry para marcar la falsedad de muchos de esos aparentes sentidos.
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Razones para salir del pozo
La filosofía, explica el profesor, siempre se ha ocupado de lo eterno, de lo necesario, de lo que no cambia, y justamente por esa razón, las otras cosas, las que pasan, las que son puro cambio, no son objeto de ciencia. Sin embargo, reflexiona, ocuparse de lo eterno es lo que le ha traído también a la filosofía, según dice Platón en su diálogo "El Teeteto", que termine como Tales de Mileto frente a la esclava Tracia: un sabio que por mirar la grandeza de los astros se cae a un pozo, lo que provoca la risa de la muchacha, que se burla del hombre por querer conocer el cielo sin saber lo que estaba junto a sus pies.
El Principito, en su asteroide, antes de partir a su aventura. Imagen de acuarela original realizada por el autor francés
A partir de esta historia, el profesor expresa que la filosofía se ocupa del verdadero sentido de las cosas, es decir, no tanto de caerse al pozo, sino de cuáles son los motivos para salir. En este punto –resalta–, en medio de una crisis como la actual es cuando la filosofía encuentra un lugar donde volver a hablar, porque nos hace pensar en el sentido de la vida.
“La filosofía sigue diciendo un montón de cosas eternas y necesarias, como qué es el hombre, que es un ser finito y por tanto mortal, y si es mortal, inevitablemente tenemos la muerte, y si tenemos la muerte, justamente no queremos morir, sino trascender, tenemos un deseo de infinitud y, sigue diciendo la filosofía, el hombre quiere ser feliz. Este punto, ser feliz, encontrarle sentido a la existencia, creo que es una de las grandes cosas que advienen en medio de esta crisis, recuperar el verdadero sentido de la existencia humana”.
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Entre las máscaras y el sentido
El profesor recurre al texto de Saint-Exupéry para subrayar la importancia del verdadero sentido, que es lo que permite incluso aceptar la muerte. El Principito decide morir para recuperar su rosa, a la que abandonó en su asteroide sin haberla entendido, porque con el tiempo se da cuenta de que era el verdadero sentido de su existencia.
“Una de las cosas que nos trae una muerte es recordar la finitud propia del hombre, pero la finitud es superada justamente con el sentido. La recuperación del sentido, de lo eterno en la vida humana, es lo que puede llevar adelante el dolor que se transita en medio de las crisis y que también pone en evidencia la falsedad de muchos pseudosentidos de la vida humana”, expresa.
Otra vez, utiliza el texto del escritor francés para explicar a qué se refiere con esos pseudosentidos. Cuando el Principito llega a la tierra, se encuentra con un jardín de rosas y se decepciona, porque pensaba que su flor era única. Sin embargo, el Zorro le explica la importancia de crear lazos, de reconocer la singularidad y sobre todo la unicidad de ese principio que rige su vida, que es su propia rosa. A partir de esa enseñanza, el Principito les dice a las flores que todas son bellas, pero que están vacías, que nadie puede morir por ellas.
El Rey, uno de los personas con los que se encuentra el Principito. Imagen de acuarela original realizada por el autor francés
“Es en los momentos de crisis, como se nota en el texto de Saint-Exupéry, en los que se enfrenta la posibilidad de los múltiples sentidos y se descubre el verdadero, que en el caso del Principito sigue siendo la rosa, y en el caso de los hombres sigue siendo una verdadera felicidad. Y muchas veces, todas estas búsquedas de pseudofelicidades se desenmascaran frente a estas crisis, quedan desnudas, se muestran en su verdadero ser, que es un no ser, y se habilita la posibilidad del redescubrimiento del verdadero sentido”, explica.
El profesor dio un ejemplo de esos falsos sentidos que se desenmascaran: que los países no nos salvan, sino que debemos resolver nuestros problemas. “Los argentinos tenemos una vocación de nación y de país muy grandes. Tenemos que desarrollarla y no estar mirando a ver quién nos va a resolver el problema, que desgraciadamente es tan nuestro, tan de la naturaleza humana, pero también tan de la idiosincrasia argentina”.
¿Cuáles pueden ser otros ejemplos de esos pseudosentidos, de esas otras máscaras que deben caer?
Siguiendo el hilo de El Principito, recordaba que cuando hace su recorrido desde el asteroide donde vive con su rosa hasta la tierra, se cruza con un montón de casos de enmascaramiento de sentidos. Se cruza con ese famoso rey, cuyo manto cubre todo el planeta, que está centrado sobre el deseo de poder y del ejercicio del poder a tal punto que le dice al Principito que por favor lo obedezca y que él le va a mandar a hacer lo que él quiera, es decir, está tratando de satisfacer el deseo de ser obedecido, de someter a los otros. Este es un enmascaramiento, o uno de los tantos, que me parece que la presencia de esta pandemia pone en claro. Los grandes poderes no saben qué hacer, no basta tener ese poder, porque uno no se puede defender contra este tipo de bichos. La otra máscara que menciona Saint-Exupéry es el borracho, que bebe para olvidar que bebe, de alguna manera esta la representación del falso ideal del hedonismo, es decir, de una vida centrada en el puro ejercicio del placer que a la larga termina destruyendo a quien la sigue a pie juntillas. La tercera es el caso del vanidoso, que es el que cuando llega el Principito solo le pide su aplauso, vive del aplauso de los otros, apoyado básicamente en nada porque es una vida bastante vacía. Quizás las redes sociales y todo este vedetismo que tenemos nosotros en nuestra sociedad también entran en crisis con este tipo de situaciones. Y la última, que también me parece interesante, es el caso del farolero, que es el trabajador sumergido en el trabajo por el trabajo mismo. Justamente hoy, cuando suspendemos ese trabajo y tenemos que estar en la casa, entramos en crisis. Nos damos cuenta de que ese trabajo buscado por el mero trabajo en sí mismo no tiene sentido. Me parece que esas pueden ser algunas de las máscaras que se caen.
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