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27 DE DICIEMBRE DE 2024
Hace 78 años fue parte de una de las más importantes edificaciones de nuestra provincia. Su memoria intacta permite rememorar como comenzó la construcción y algunos recuerdos de diversos participantes.
Juan Ricardo Barón. Foto: Victoria Gaitan.
Unidiversidad/ Constanza Sanchez Coveperthwaite
Publicado el 10 DE NOVIEMBRE DE 2017
Con sus ojos brillosos y sus cabellos blancos, sentado en su oficina con una sonrisa en su rostro está Juan Ricardo Barón, un hombre reluciente sin duda. Don Barón, como le dicen sus conocidos, espera sus 90 años y repite a menudo una frase: “Me considero muy afortunado y me siento satisfecho de las cosas que hice siempre”.
A 73 años de la construcción y la improvista “inauguración” del Hospital Central, debido a las víctimas del terremoto de San Juan de 1944, Barón contó a Unidiversidad su experiencia de haber sido partícipe de la obra del lugar. “Tenía doce años, había terminado la escuela primaria y por problemas familiares no pude seguir mis estudios y empecé a trabajar ahí”.
A través de un familiar y con aquella corta edad, Ricardo comenzó a trabajar junto a los ingenieros, capataces y planificadores de aquella obra que hoy es el hospital referente de alta complejidad de la zona Oeste del país. Su función comenzó por aprender a copiar planos, lo cual, en ese entonces, se hacía con una máquina que funcionaba con luz solar.
Cuando los planos eran muy grandes, él debía llevarlos a una empresa que estaba junto a la Legislatura por la calle Patricias Mendocinas. Luego, ya con los planos listos Ricardo volvía a la oficina.
“Yo era el Che pibe ahí… además de los planos, compraba las tortitas para el té, limpiaba las oficinas de la empresa constructora, y siempre estaba metido por ahí mirando cómo trabajaban los muchachos de la obra”, expresó.
Una de las anécdotas que él recuerda entre risas es su primer uniforme: en aquella época de niño, él usaba pantalones cortos con medias tres cuartos, como no podía asistir así a su trabajo, le compraron una jardinera.
No solamente recuerda su vestimenta si no su sueldo y, nuevamente riendo, comentó que en su primer mes de trabajo el contador sacó un fajo de billetes, todos de diez pesos, y le dió la suma de treinta pesos. Sin embargo, con su corta edad, le sorprendió que el hombre no contara la cantidad, entonces se dirigió al baño y él contó a escondidas los billetes: “Quizás había uno de más, uno de menos”, dijo Barón al revivir aquella situación.
Don Ricardo Barón
Nació un 20 de enero de 1928, su padre tenía una discapacidad que no le permitió terminar sus estudios porque debía ayudar económicamente a su familia. Con 17 años, uno de los ingenieros de la obra le propuso trabajar en un banco que abriría, llamado “ Banco de Crédito Industrial Argentino”, ubicado donde actualmente se encuentra el restaurante “Las Tinajas” (Lavalle 40). Ingresó a dicho trabajo como aspirante auxiliar de séptima categoría y realizó rápidamente su carrera en ese lugar. A poco de casarse enviudó con 22 años y un hijo por criar, hoy Ricardo Barón. Al cabo de dos años se casó nuevamente y tuvo otro hijo, Jorge Barón.
Actualmente vive solo, está jubilado, maneja y trabaja todos los días en una empresa familiar, Barón S.A , donde junto a su hijo mayor y su mano derecha, Diego Sendra, venden placas, pisos flotantes, corlok, material de revestimiento, entre otros. Define a este negocio como “su válvula de escape”.
Don Ricardo realiza una hora de bicicleta fija todos los días y está contento de tener una familia “matemáticamente perfecta”, como él la denomina. Dos hijos, seis nietos y cinco bisnietos: “Siempre fui muy afortunado y por eso estoy acá”.
Comienzos de la obra
Según Barón, anteriormente a la edificación del hospital Central, la empresa constructora del mismo, Acevedo y Shaw, comenzó con la pavimentación de las calles de la provincia. Para ello, la firma alquiló un predio en el Campo Papa de Godoy Cruz, donde tenían sus talleres de obra y extraían los materiales para las calles de la Ciudad de Mendoza y para el nosocomio.
Dentro del lugar hay una zona muy conocida, “El Pozo" del Campo Papa, en este sitio había un hueco pétreo a través del cual extrajeron los componentes, tanto para la pavimentación de las calles de la ciudad de Mendoza como para el nosocomio. El material que utilizaron para la obra fue hormigón armado, hoy en día se utilizan otro tipos de preparados.
El Hospital ocupa el predio ubicado desde la calle Alem hasta Garibaldi, de allí a Costanera y vuelve por Alem. En ese momento, esas calles estaban ocupadas por casas de adobe que fueron demolidas para dejarlas como cierre de obra hasta que se terminara la construcción. Por otro lado, en una de aquellas esquinas estaba la primera casa antisísmica, la cual la empresa decidió dejar en pie por su reciente edificación y allí colocaron su oficina técnica, específicamente donde trabajaba Ricardo.
En aquel entonces no existían los camiones mates (máquina hormigonera), por lo que se utilizaban camiones playos, hechos con chapas metálicas. En estos vehículos se colocaba el hormigón fresco y para salir de la planta, marcaban una tarjeta con el horario. El camión no tenía que demorarse en el camino hacia la obra del hospital Central, ya que cualquier accidente provocaba la pérdida del material.
“El hospital Central se hizo con una bomba de hormigón, lo que para hoy es una novedad en muchos edificios. El hospital Central ya está hecho de esa manera”, dijo Barón. El armazón del edificio se hizo con terciado fenólico, el cual no se fabricaba en el país, entonces lo importaron desde Finlandia.
Por otro lado, Ricardo aseguró que “el hospital Central nunca se va a caer”, debido a la cantidad de hierro que utilizaron para construirlo. Con ayuda de un aparato hidráulico, doblaban los hierros, debido al diámetro que tenían, superiores a los de las construcciones actuales.
La obra cuenta con cinco edificios, los cuales están divididos por una varilla de bronce puesta en el piso, que se puede observar en los pasillos hasta la actualidad. Están unidos a través de las cañerías y demás complementos pero son edificios independientes: “Se puede caer uno y los demás pueden estar inamovibles”, aseguró Barón.
Algunos nombres e historias
A pesar del paso del tiempo, Barón recuerda con mucha claridad algunos de los principales partícipes de la obra de construcción. Para comenzar, su tío, quien lo llevó a trabajar allí, Elías Álvarez, que luego continuó trabajando para la empresa en Buenos Aires y se jubiló en esa ciudad.
En la empresa constructora Acevedo y Shaw, recuerda al dueño y principal accionista, el ingeniero Arturo Acevedo, quien también fue creador de la firma Acindar, fábrica de hierro en Rosario.
También en su cabeza resuenan nombres como: Dante Pavese, quien luego abrió una bulonería en la calle Santa Fe y todavía con su nombre continúa un negocio en la calle Masa entre San Martín y 9 de Julio. Ricardo sigue pensando y nombra a Luciano Vaca, quien después continuó trabajando en diario Los Andes.
Por otro lado, los ingenieros Miguel Chmielewski y Guerra. El administrador de la obra, Ciro Martino, el capataz general de la construcción, Francisco Novotny y, el segundo capataz, Bernardo Homola, quien llamaba amigablemente a Ricardo “Pistolita”.
Todo el personal se encontraba asegurado por la firma Franco Argentina y su gerente en aquel entonces era Francisco Miret.
Otros personajes que mencionó durante la entrevista Ricardo fueron: Aldo Gaedo y Atilio Paladini, este último se quedó en el hospital Central con las terminaciones de obra y fue el que habilitó la entrada del mismo para las víctimas del terremoto de San Juan.
“Que yo sepa el hospital Central nunca tuvo inauguración, el hospital fue habilitado para el terremoto de San Juan. A lo mejor después, cuando yo ya estaba desentendido del tema, le hicieron alguna inauguración oficial pero eso no lo se”, finalizó Barón.
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