Último programa de "Apuntes": recorrido por sus tres años
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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Javier Vitale, del Centro de Estudios Prospectivos de la UNCUYO, analiza la disputa coyuntural por la ley y otra, más profunda, relacionada con el agotamiento del modelo de producción. Asegura que, como humanidad, estamos obligados a buscar alternativas.
Vitale aseguró que el desafío es superar el modelo provincial, que solo se centra en los oasis irrigados, que representan el 4 % del territorio. Foto Unidiversidad/Axel Lloret
Verónica Gordillo
Publicado el 31 DE ENERO DE 2020
Un crujido más de un sistema de producción y consumo que llevará a la humanidad –indefectiblemente– hacia una catástrofe: así graficó Javier Vitale, del Centro de Estudios Prospectivos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO, la movilización que se generó en contra de la modificación de la Ley 7722. Un crujido más que pone en relieve la urgencia de generar modelos alternativos, más cercanos a la idea de comunidad, a la producción local de alimentos, que superen como única solución el consumo excesivo y el extractivismo sin control, y –sobre todo– que incluyan a todos los habitantes de Mendoza y no solo a los que viven en los oasis irrigados, tal como se replica hace 200 años.
El investigador, que también integra la Unidad Mixta para el Sistema de Desarrollo Agroalimentario del INTA, analizó la disputa coyuntural que significó la derogación a las modificaciones de la 7722, pero también la disputa estructural, es decir, el agotamiento mundial de un modelo de producción y de consumo que genera enfrentamientos, que produce desigualdades, la extracción constante de los recursos naturales e impactos al medio ambiente. También, la posibilidad real de poner en marcha sistemas alternativos a los tradicionales.
A simple vista, Vitale parece un pesimista, pero no. Explica que, si bien está claro que si seguimos por el mismo camino vamos hacia la catástrofe, se esperanza en que los movimientos sociales que se generaron en Mendoza –y a otra escala en Bolivia, en Chile, en Francia, en China– no sean solo un fósforo que se encendió en una coyuntura específica, sino que obliguen a la élite política y económica a comprender que la realidad cambió y que es necesario pensar entre todos modelos alternativos, nuevas respuestas a viejos problemas.
Javier Vitale durante la entrevista con Unidiversidad. Foto: Ariella Pientro
Aquí, un extracto de sus reflexiones en las que destaca el rol central que tienen los organismos de ciencia y técnica, y en especial la UNCUYO, en esta urgencia de pensar modelos alternativos.
Las complejidades del extractivismo
En las movilizaciones que se realizaron en Mendoza, se repitió la palabra "extractivismo". ¿Qué implica este concepto?
El extractivismo es un concepto y una categoría compleja que aborda no solo la dimensión material de los recursos naturales, en el sentido de que explotamos nuestros recursos en la región de América Latina y el Caribe y los exportamos al resto del mundo, entonces el resto del mundo está sobre una lógica de extracción de nuestros recursos naturales; sino que también abarca una dimensión simbólica cuando lo asociamos a la sociedad del conocimiento, a la producción de ciencia y de tecnología, que también es extraída por el resto del mundo.
Siguiendo esta división entre el extractivismo material y simbólico, pareciera que el primero es negativo y el segundo, no. ¿Cuál es su visión?
El concepto es complejo en sí mismo y lo que refleja es una lógica de producción y consumo a nivel global, donde las redes internacionales están insertas e inciden en la realidad de Argentina, en general, y de Mendoza en particular. Entonces, desde un punto de vista, todo extractivismo sería malo, porque representa una determinada lógica de producción y consumo para satisfacer las necesidades de la sociedad global; es decir, determinadas cantidades de recursos materiales y simbólicos para satisfacerlas y el exceso es lo que hace que esta lógica sea extractivista. Desde otra visión, no habría un extractivismo bueno, sino que simplemente sería un mal uso o un uso irracional o excesivo de extraer recursos naturales, donde el que se los apropia no es el actor o el sujeto social local del territorio de donde se extraen esos recursos, sino que es un agente externo, extraterritorial. Desde esas visiones, no hay un extractivismo bueno, ni simbólico ni material: todo extractivismo genera problemas porque lo que produce es un vaciamiento material y simbólico del territorio de donde se extrae ese elemento. En Mendoza, claramente son la minería y el petróleo; en la Pampa húmeda, todo lo que es la soja; en Chile, la producción de palta, donde lo que extraen no es el producto concreto sino agua, entonces el extractivismo lo que promueve son estas relaciones de poder totalmente asimétricas entre los grandes jugadores, que concentran poder a nivel mundial, y los sujetos sociales de un territorio que está en disputa. El concepto de extractivismo visibiliza las disputas de poder sobre la apropiación de los recursos naturales de un territorio, quién se los termina apropiando: si es el capital extranjero internacional o los sujetos sociales de un determinado territorio.
Deja vú legislativo
Fue un deja vú legislativo. El mismo lugar, la misma rapidez, las mismas palabras que se repitieron hasta el cansancio. La única diferencia, sustancial por cierto, fue que los y las legisladoras aprobaron la derogación de la ley a la que le dieron el visto bueno hace diez días, con lo cual volverá a regir en Mendoza la 7722, que prohíbe el uso de sustancias tóxicas en los proyectos mineros.
¿La disputa central es si seguimos o no con esta forma de producción, o es quién se queda con la renta?
Las disputas son de múltiples escalas. Por un lado, hay una disputa más coyuntural de si hacemos o no petróleo o minería; entonces, hay actores hegemónicos que detentan el poder y avanzan –como en el caso de Mendoza– sobre reformas del marco normativo jurídico para habilitar la minería metalífera, y por otro lado, actores contrahegemónicos que son las asambleas, los movimientos sociales que tratan de frenar esas acciones. Por otro lado, hay una disputa estructural, que es adónde nos lleva esta lógica de producción y la necesidad de generar un nuevo modelo societal no basado en el consumo excesivo, para generar una sociedad sustentable en términos de mediano y largo plazo.
¿El extractivismo forma parte de un sistema?
El problema del extractivismo es que es síntoma de otro más profundo, que es el modelo global que tenemos, que está basado en una producción termoindustrial, por eso la relevancia de la producción de energía a base de petróleo, porque mueve la industria de bienes y servicios del mundo y que es la que consumimos. Es decir que es un modelo capitalista y un modelo de consumo que mueve todo este sistema. Son como los tres vértices que tiene este sistema global; entonces, este modelo, que es teórico, pero que se verifica en la realidad, se basa en el extractivismo material y simbólico. Aquí aparece esa vieja pregunta de si fue primero el huevo o la gallina: como hay un determinado consumo, hay un determinado modelo de producción; como hay una demanda, hay un modelo de producción; hay una lógica perversa que promueve el extractivismo. Lamentablemente, ningún gobierno argentino ha generado políticas públicas activas en contra del extractivismo, sino que lo promueven y potencian.
Un nuevo modelo
¿Cuál cree que es el camino a seguir?
Para no entrar en la discusión de minería sí o no, lo que tenemos que discutir es cómo generamos un modelo sostenible en el largo plazo, porque lo que está claro es que hay un agotamiento de este modelo que nos llevará a una catástrofe. Esto no es nuevo, ya se planteó en los 70, porque los recursos naturales son escasos y la demanda será cada mayor, por lo que los problemas políticos de distribución y equidad son cada vez más grandes, el conflicto político y social por los recursos cada vez va a ser mayor. Entonces, en ese marco de insostenibilidad del mundo, debemos preguntarnos cómo generamos un modelo de desarrollo territorial que sea sostenible en términos económicos, sociales, ambientales y políticos, en el mediano y largo plazo.
Duro comunicado del Ianigla-Conicet contra la reforma de la 7722
Trabajadores de Ciencia y Técnica que integran el Instituto Ianigla-Conicet proponen repensar el futuro desarrollo socioeconómico, el uso del agua y la conservación de los ambientes naturales de Mendoza.
¿Es posible pensar en otro modelo?
Es posible de pensar, es posible que podamos generar modelos alternativos; de hecho, hay muchos grupos de investigación que se dedican a estudiar modelos alternativos de producción, de consumo, pero también societales. Por ejemplo, hubo experiencias en Ecuador y Bolivia de lo que se llamó “El bien vivir”, que me parece son modelos alternativos de desarrollo. También hay que decir que, si bien tienen desarrollos teóricos importantes, todavía tienen dificultades en sus procesos de implementación real. Entonces, es posible pensar alternativas de desarrollo, lo que es difícil es implementarlas cuando el capitalismo permeó todos los estratos de la vida social. No es solo el consumo, sino que el estilo de vida que tenemos está basado en el capitalismo. Nadie escapa al modelo capitalista. No digo "No al capitalismo", sino que estoy diciendo que tiene que haber un capitalismo que permita la sostenibilidad en el tiempo, porque este capitalismo salvaje, extractivista en su máxima expresión, nos lleva hacia la catástrofe.
Frente a esta dificultad de poner en marcha alternativas, ¿puede ser un camino imbricar los dos modelos y hacer experiencias de cambio a pequeña escala?
Esa es una postura. Frente a esta crisis del sistema capitalista, el 50 % de la biblioteca te dice que es terminal, es decir que tarde o temprano cae, y la otra mitad dice que es solo una crisis, pero que se va a poder refundar dentro del mismo sistema. Dentro del 50 % que cree que es una crisis terminal es donde nacen estos modelos de desarrollo alternativo que dicen: "Como es muy difícil cambiar el sistema en su globalidad, tenemos que trabajar a escala micro", por eso proponen el retorno a la idea de comunidad, de aldea, de pensar sistemas a una escala humana, sistema agroalimentarios localizados, producción de alimentos de proximidad a centros urbanos, es decir que ponen en el centro de la discusión al ser humano. El capitalismo lo que hizo fue desfigurar al ser humano y transformarlo en un consumidor, mientras que en las otras corrientes se vuelve a la esencia del humano, al hombre como arquitecto de su propio futuro. Ese hombre puede vivir con los medios que tiene, generando un entramado social que sea sostenible en el mediano y largo plazo. Estos postulados plantean además un buen vivir para todos, es decir que no puede haber una sociedad sostenible que tenga niveles de desigualdad, con sectores de la población que no accedan a los bienes y servicios. Como especie humana, tenemos que pensar una alternativa, porque es ahí donde estas visiones catastróficas interpelan al hombre. Si no hacemos nada como hombre colectivo, si no tomamos conciencia del mundo que estamos generando y del que estamos dejando a nuestras futuras generaciones, estamos perdidos.
¿Esta conciencia de la necesidad de cambio la plantean las élites o viene desde abajo?
Viene de abajo, claramente los movimientos sociales están interpelando al sistema dirigencial –donde no solo está el actor político, sino el empresarial, el sindical, los organismos de ciencia y técnica– para que piense y rediseñe estos sistemas de desarrollo. El actor dirigencial lo que busca es reproducir su status quo, conservar su cuota de poder, entonces difícilmente pueda pensar un modelo alternativo. A esto se suma que hay una desconexión de las élites dirigenciales con la transformación de la realidad y no hay innovación en el marco de las políticas públicas. Tratan de resolver problemas con las mismas soluciones que nos llevaron a esos problemas, es como un círculo vicioso.
Restitución de la 7722: pensar más allá del extractivismo
La movilización popular logró que el gobernador Rodolfo Suarez diera marcha atrás con las modificación de la 7722, pero en realidad logró mucho más: abrió una puerta para debatir cómo se puede desarrollar Mendoza, más allá de las actividades extractivas.
Mendoza, 200 años igual
¿Existen en Mendoza algunas experiencias que representen estos modelos alternativos?
Hay algunas experiencias muy mínimas, muy comunitarias; por ejemplo, las que realiza el movimiento de los sin tierra. Hay algunas experiencias comunitarias y focalizadas en el Valle de Uco que no alcanzan a permear hacia la sociedad.
¿En qué líneas podría trabajar Mendoza para intentar pensar en un modelo alternativo?
Mendoza lo que necesita es pensar su perfil productivo, que no es pensar la matriz productiva, donde tenemos una torta y distribuimos en porcentaje, sino pensar cómo generamos un modelo de desarrollo que integre todo el territorio. Claramente, el modelo de desarrollo de Mendoza está basado solo en el 4 % de su superficie, que son los oasis irrigados, y en ellos basamos el desarrollo de Mendoza durante 200 años. El desafío es tener una visión integral del desarrollo, donde estén incluidos este 4 % y el 96 % restante de la tierra seca no irrigada, donde no solo podamos tener explotación minera y petrolera, sino otros tipo de producciones basadas en la bioeconomia, en la producción de conocimiento, de una manera responsable, para no caer en ese extractivismo irresponsable que compromete a las generaciones futuras.
¿En Mendoza se trabaja en esta visión?
No. Me parece que Mendoza no tiene una visión de futuro. La Ley y el Plan Provincial de Ordenamiento Territorial fueron el instrumento de planificación al 2030, pero creo que quedó en una idea muy principista, muy aspiracional, voluntarista, sobre los ejes estratégicos del plan, pero que no se tradujeron en políticas públicas concretas. Hay grandes caracterizaciones que describen a la provincia en el plan como la fragilidad ambiental, los desequilibrios territoriales, pero que no tuvieron su correlato en políticas públicas concretas, entonces me parece que Mendoza no tiene un modelo de mediano y largo plazo. Esa falta de horizonte de mediano y largo plazo sobre los sujetos y actores del territorio hacen que surjan estos conflictos, como el de la ley 7722.
¿Cuál es el rol del sector científico y técnico, específicamente de la UNCUYO, tanto en la discusión de temas coyunturales como en la búsqueda de modelos alternativos?
En el coyuntural, como hay una subjetivación del conocimiento, es decir que hay investigadores de reconocida trayectoria a favor o en contra, por ejemplo de la minería, el rol central es poner sobre la mesa de discusión información de alta calidad, muy pertinente para nutrir esa conversación en el dialogo político social. Poner información y conocimiento de todas las perspectivas, que den cuenta de los impactos reales y potenciales que podría tener, en este caso, la minería. Creo que el rol científico y tecnológico es clave en poder nutrir la conversación entre la élite dirigencial y el movimiento social, con toda la heterogeneidad sobre la mesa. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, el rol que tienen todo el sector y la universidad es clave: la UNCUYO podría ser un actor fundamental para convocar ese espacio de diálogo político y social para pensar desarrollos alternativos a largo plazo.
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