La Universidad desconocida, tercera parte
La Facultad de Antropología Escolar albergó a carreras de orientación pedagógica y a Psicología entre 1963 y 1977 y generó profundos cambios en el conocimiento y la formación universitaria. Luego de vaciar sus aulas de estudiantes y profesores fue cerrada por funcionarios civiles y militares. Las listas, los exilios, la “cesión” a la Universidad del Aconcagua. La reparación en la Legislatura y la memoria de Daniel Olivencia, desaparecido.
Archivo Diario Mendoza y Los Andes
“Psicología, como Periodismo y Servicio Social, fue una facultad pensante. Por eso las quisieron aniquilar. Psicología fue de las carreras más bombardeadas, las cerraron en todo el país. En las facultades provinciales conocí chicos que desaparecieron, visualizo las caras, no los nombres. En la nuestra estuvo Daniel Olivencia, un compañero activo en las luchas, lo desaparecieron. La Facultad fue una desaparecida más por la dictadura”. La contundencia del testimonio pertenece a María Inés Pujol, integrante de la Comisión por la Memoria de la Facultad de Antropología Escolar.
La composición de voces y expresiones que dan cuenta del pasado reciente constituye un compromiso para quienes sobrevivieron el horror. Además de Pujol, fue entrevistada Ana Montenegro, egresada de Psicología, compañera de Olivencia y referente de la lucha por los Derechos Humanos. También aportaron vivencias las entonces estudiantes Susana Blejman, Patricia Ortega, Alicia Larrea y Jovita Nemzoff. Las fuentes de referencia remiten a los estudios de Corina Calabresi, sobre la historia de la carrera de Psicología ya citados y al testimonio que Hugo Sáez, profesor exiliado, hizo para la Comisión.
Cuenta Sáez aquella experiencia: “Tuve que salir del país después de que asesinaron a mi amiga Susana Bermejillo la noche del 19 de marzo de 1976. Me enteré que estaba en las listas de personas que debían desaparecer, presuntamente incluido por miembros del Opus Dei. Mario Franco estuvo detenido un mes en 1976 y me contó que lo interrogaban para saber dónde me escondía. Otra persona fue testigo en una reunión con el nefasto coronel Juan Esteban Echazú, que se refirió a mí diciendo que si me encontraban no saldría vivo”.
A partir del análisis de las consecuencias humanas, pedagógicas e institucionales de la represión, Ana Montenegro abre los sentidos hacia una comprensión mayor de lo que significan debates todavía vigentes:“Hablar de lo que fue la FAE significa entrar a un túnel del tiempo donde se inician muchas luchas nuestras, fundamentalmente en ese circuito de universidades provinciales que confluía en las Escuelas de Periodismo, Turismo, Servicio Social y la carrera de Psicología. Antropología Escolar marcó un antes y un después porque se articulaba por áreas desde una perspectiva latinoamericana y hacia la consolidación de un trabajador de la salud con mirada crítica. El desafío era la construcción de un modelo de salud mental que abarcara una ley de salud mental, formación del estudiante en la práctica y articulación por áreas en las universidades”.
Un caso de transferencia
El 29 de agosto de 1963 fue creada la Facultad de Antropología Escolar, dependiente de la Dirección General de Escuelas de Mendoza. Las carreras eran Psicología, Pedagogía y Educación Diferencial. La creación respondía “a la necesidad de contar con especialistas técnicamente preparados para actualizar el nivel educativo y perfeccionar al docente de la escuela primaria en un nivel universitario”. En 1964 se obtuvo el reconocimiento nacional del título. El mismo siguió siendo provincial a pesar de la protección de la ley nacional 17178, que establecía que los títulos profesionales tendrían validez en todo el país. Sin embargo, estas instituciones “estaban sometidas siempre al poder de policía de las autoridades”.
Hasta finales de la década la inestabilidad fue el rasgo primordial de la Facultad: “Varias veces se intentó cerrar y finalmente, aprobados los planes de estudios, continuaba funcionando. Decreció la matrícula por la inseguridad que esto ocasionaba a sus alumnos. Incidió notablemente el hecho de la no cumplimentación por parte de la DGE de conceder traslados a los docentes que prosiguieron sus estudios en Antropología”. Los planes de estudios fueron cambiados dos veces, se confeccionó otro estatuto y se produjo la primera colación de grados. Para Psicología se reconocieron los títulos de Licenciatura, Profesorado y Doctorado.
Ni los permanentes recambios en las directrices académicas, ni los vaivenes político-institucionales impidieron que en Antropología se gestara la voluntad de la juventud universitaria y militante. En este ámbito educativo surgió un espacio para transformar el conocimiento, un pensamiento crítico que rompió la lógica hegemónica del saber tradicional y logró crear un modelo alternativo fundado en la integración de planes por áreas que enriqueció un pensamiento político en el que confluían diferentes miradas, con el objetivo común de un proyecto de liberación. En 1973, a partir del empeño de la profesora Marité Carrer de Taricco como decana, se cambiaron los sistemas de áreas y evaluación y se evidenció una tendencia hacia el predominio del psicoanálisis y lo clínico.
El profesor Sáez explica el sistema de áreas, que sería una de las excusas para las sucesivas intervenciones: “Posibilitaba un desarrollo dinámico de la docencia y la investigación, y sustituía al esclerosado sistema de las cátedras estructuradas en torno a un titular (propietario de la materia) asistido por jefes de trabajos prácticos (auténticos súbditos del titular). En documentos periodísticos se sostuvo que hacíamos adoctrinamiento marxista con métodos originados en países del bloque soviético. En la Legislatura se nos acusaba de ser semillero de marxistas. El senador Bustos Morán llegó a pedir la intervención, argumentando que éramos rojillos vinculados con la subversión”. Algunos de los “riesgos” de aquella experiencia fueron:
- Agrupar a los docentes con intereses afines en un campo del conocimiento. Los estudiantes tenían a su disposición varias opciones para cursar materias que no estuvieran rígidamente diseñadas.
- Organizar cada módulo de conocimiento en torno a un problema, que estuviera vinculado con un objeto real, con una situación que afectara al estudiante en su contexto. “Nos inspirábamos en Paulo Freire, quien notó el contraste entre el contenido de los textos y la situación del educando”. También se enfocaban el existencialismo de Sartre y el humanismo de Marx.
- No existía un modelo único de aprendizaje. Se fomentaba la iniciativa del estudiante para armar su estrategia propia de abordaje. “Esto espantaba a los profesores anclados en el conservadurismo y reaccionaban con virulencia por la espontaneidad de los jóvenes”.
- La pluralidad presidía el proceso de aprendizaje. El conocimiento se elaboraba desde distintas perspectivas. El eje consistía en impulsar la investigación como fuente de conocimiento.
Con el golpe cívico militar, la Facultad es intervenida por el capitán Jorge López Giovanelli. En julio del 76 se impusieron nuevos planes para el inicio de clases en septiembre, ya que los meses primeros del ciclo lectivo se les fueron al mando militar cesanteando profesores y expulsando estudiantes. El 11 de marzo de 1977, la Provincia y la UNCuyo firmaron un convenio, vía decreto 1294/77 del Poder Ejecutivo, que dispuso la transferencia de establecimientos provinciales de nivel terciario. Ortofonía, Ortofonía y Sordos y Deficientes Mentales, todas carreras de Antropología Escolar, pasaron a la UNCuyo. Psicología fue transferida a la Universidad del Aconcagua, a partir de abril de ese año. Alumnas y alumnos fueron becados por el Ministerio de Cultura y Educación hasta la conclusión de sus estudios.
El exilio es una lista negra
Verdaderos comunicados del terror, no solo por sus sintaxis, resultaron algunos documentos elaborados por los militares interventores, o por sus personeros. Es el caso de la resolución interna nº 52 de 1976: “Por propósito y objetivos prioritarios del Proceso de Reorganización Nacional, resulta y considerando, se debe erradicar la subversión y las causas que favorecen su existencia. Se debe sancionar adecuadamente por consiguiente a aquellos alumnos que entre sus actividades son consideradas elementos disociadores o factores reales de perturbación en el proceso en marcha. Por ello, en uso de atribuciones, la autoridad escolar resuelve expulsar de la Facultad a los siguientes alumnos…” Y sigue una nómina según línea jerárquica en el Centro de estudiantes: Eusebio Duarte, María Elena Kearney, María Inés Pujol, Pedro Leni y Marta Del Negro. Los suspendidos fueron Mario Franks, Enrique De La Suen, Mirta Mansilla, Miriam Olivencia, Miriam Laucheri, Mabel Ciurca, Tomás Mihajlevic, Daniel Simón, Jovita Nemzoff y Susana Blejman. Se trató del último Centro de Estudiantes de Antropología Escolar, un frente entre peronistas, socialistas y miembros del PST, “que se armó porque se venía el golpe y no podíamos dejar la facultad de los trabajadores”.
“No entres porque están con las listas en las manos” le dijo De La Suen a Pujol. Ella recuerda: “El cierre fue chocante, estaban todo el tiempo con FAL y requisaban documentos. En las listas por perturbadores del orden estábamos todos, cesanteados, expulsados, suspendidos. Administrativamente fuimos desapareciendo, nos quedamos mirando al sudeste, no teníamos cabida en el mundo”.
María Inés Pujol ingresó a la FAE en 1973, cuando la cifra de estudiantes de Psicología comenzaba a ser multitudinaria, lo cual motivaba recurrentes mudanzas edilicias: de la escuela Bombal a la casa vieja de Sarmiento y 25 de mayo, previa y paradójicamente, sede del Partido Demócrata; de ahí a las aulas de Montevideo y 9 de julio o al salón de actos de la escuela Quintana, donde se realizaban los prácticos. El último domicilio de Antropología fue el caserón de Martínez de Rozas y Rufino Ortega, a tiro de “los tipos de la SIDE”, sobre Emilio Civit, “que nos visitaban todos los días”.
Continúa Pujol: “En las facultades provinciales había mucha turbulencia política y lucha por el cambio de planes de estudios. Seguíamos los lineamientos del Doctor Roig respecto a las cátedras libres y abiertas al pueblo. Había profesores como Enrique Dussel, Ezequiel Ander Egg, Benito Marianetti, Franco, Sáenz, Valverde, todos perseguidos. El Centro de estudiantes era muy activo, en permanente asamblea, con tomas y enfrentamientos porque teníamos una decana de derecha. Articulábamos con los de Comunicación Colectiva y Servicio Social, había una Coordinadora entre las escuelas. Con los de la UNCuyo quedamos a mitad de camino, discutíamos si nos convenía o no pasar ahí, porque estaba muy estancada y Psicología muy adelantada, con grandes profesores. Defendíamos eso”.
Esa defensa es lo que, con la mirada concentrada en la arremetida contra las ideas revolucionarias en Psicología, Ana Montenegro repasa en su historia: “La experiencia de Antropología Escolar me reconoce como alguien que sigue creyendo que la educación tiene que estar al servicio del otro, que es ese que deambula por hospitales, atormentado por problemas mentales, que son la llaga de la exclusión, manifestados y agudizados en la violencia y las adicciones. Lo que buscábamos era la construcción de un concepto de salud mental interdisciplinario, con calidad y participación. Quienes pasamos por Antropología tenemos un modelo muy diferencial de aprendizaje, educación y concepción sobre el otro. Antropología fue barrida de las escenas política, geográfica y física de Mendoza como parte de la locura de esta derecha organizada, totalitaria y persecutoria de la idea diferente, de la posibilidad de subvertir un orden estancado y la defensa de un rol profesional al servicio del pueblo, de la psicología como herramienta transformadora”.
Respecto a la masacre que se cernía, Ana explicó: “Éramos reconocidos como una Confederación de Universidades. Para los que estábamos en los frentes la realidad era compleja y la situación tensa, ya actuaba el Comando Anticomunista de Mendoza con infiltrados en todos lados. Se intervino a fines del 74 y se decía que había listas y grupos comando de la CNU, Concentración Nacional Universitaria. Todo fue decantando y la gente más expuesta se fue, como nosotros en marzo del 75 a San Juan. A los alumnos menos comprometidos se les dio la opción de volver a la Aconcagua a través de becas. Muchos compañeros terminaron en San Luis y otros presos (como Laura Marchevski y el dirigente de ATE, Luis María Vásquez) o exiliados o desaparecidos, como el caso de Daniel Olivencia. Misma suerte corrieron otras facultades como Periodismo, un grupo significativo de desaparecidos”.
Los sesgos y la reparación
El 1 de abril de 1977 la FAE fue cerrada administrativamente, aunque el vaciamiento ya se había producido el año anterior, en septiembre. Esos días, las fuerzas militares despejaron el área circundante a la Facultad unos 200 metros, condujeron al estudiantado entre requisas de documentos y la imponencia de las armas y los sesgaron “entre chicos buenos y chicos malos”, según indicaran las listas. Los del Centro fueron echados y otros suspendidos, “a algunos ni siquiera los dejaron ingresar a la Facultad del Aconcagua. Así, la universidad privada, que sólo tenía Psicología y Economía, “fue in crescendo gracias a que el gobierno le pagó por cada uno se esos alumnos becados”.
El próximo 28 de agosto, Antropología Escolar cumplirá 50 años. Como parte de la reconstrucción histórica de aquel colectivo de docentes y estudiantes, la Comisión por la Memoria rindió homenaje en 2012 a Ana María Restiffo, exalumna de la FAE, con la colocación de su nombre a la sala de profesores de la Escuela de Educación Elemental y Especial. Hoy, mediante el impulso de la Comisión y con el apoyo del diputado provincial Alejandro Viadana (FPV), se obtuvo una reparación de largo aliento: incorporado a la ley 7496 se aprobó en la Legislatura Provincial el proyecto que indemniza al profesor Juan Manuel Valverde y al personal no docente cesanteado, y a una veintena de estudiantes sobrevivientes que vieron alteradas sus vidas. También se instalará una placa recordatoria en el último sitio en que funcionó la FAE y se promoverá el pedido de disculpas certificado de la DGE a damnificadas y damnificados. Es importante destacar que no todas las víctimas de la represión y del exilio interno, como Patricia Ortega, Alicia Larrea y Julio Ciurca, podrán acceder al subsidio, ya que están contemplados sólo quienes fueron inscriptos e inscriptas en las listas negras de la dictadura.
Para Pujol, la reparación no concluye: “el acto en la Legislatura sirve para que el pueblo sepa que alguna vez hubo una Facultad de Psicología estatal, para que nunca más vuelva a pasar algo así. Hoy se piensa en una facultad estatal en la UNCuyo. Eso es un estandarte, todos tenemos que aportar. Esa es nuestra intención, con planes y profesores como los de esa época de apertura ideológica”.
Mirada, desafío, movimiento
Ana Montenegro trazó una semblanza de su compañero Daniel Olivencia y de los sueños de su generación: “Daniel se recibió en Antropología a finales del 74. Tuve el honor de ser su madrina. Fue brillante, encabezó el movimiento de Universidades Provinciales a través del Movimiento Azul y Blanco. Fue presidente del Centro de estudiantes, alguien sumamente inteligente y forjado en valores, sensible. Tuvimos el desafío de hacer Radio Liberación. Pero tuvo un pecado mayor, haber militado en la Universidad del Aconcagua, que tenía intereses concretos de una sociedad anónima. Logró que muchos alumnos pasaran a una modalidad y a un posicionamiento ideológico diferentes. Eso constituyó la base crítica de lo que fue Antropología. El Movimiento copó todas las universidades con la propuesta de cambiar el eje de la elite por el del profesional como trabajador al servicio del cambio social profundo. Esta lucha no fue ajena a la de otros frentes como la Juventud Guevarista y la Juventud Peronista”.
Olivencia, militante de Montoneros, tenía una hija. Fue secuestrado por la Policía Federal a mediados del 75, liberado y perseguido con bombas. Ana recuerda: “Decidimos irnos a San Juan, donde el 2 de enero de 1977 (en pleno centro, tras ser herido de bala) lo desaparecieron igual. Su causa no es la central pero sí está para entrar en el próximo juicio”.
Ana, que es testigo habitual en los juicios por la represión en Cuyo, concluyó: “Desde la locura de prohibir a Freud, Psicología fue una de las carreras más perseguidas. Fue un desafío que tocó intereses económicos muy concretos, los de la Universidad del Aconcagua. Hoy nos gustaría que se cree una carrera de Psicología con esta visión, ni elitista ni individualista. Hay que potenciar herramientas colectivas que permitan trabajar sobre los sectores más vulnerados, un espacio crítico referencial que no hay en las universidades privadas. Para mí es el lugar donde empecé a creer en la justicia e hice la síntesis entre conocimiento científico y formación al servicio del otro. Cada uno de nosotros ha abierto caminos, aunque Antropología significa una deuda social, por los compañeros desaparecidos, porque no tienen un lugar, desaparecieron estructuralmente, no tienen un espacio físico de reconocimiento. Antropología debiera ser un modelo de aprendizaje integral, el lugar donde forjé la idea y el amor por la psicología con la mirada del otro. Un bastión que pudo desafiar a la estructura”.
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